Gammagrafía

Gammagrafia

La gammagrafía es una prueba que utiliza cantidades muy pequeñas de material radioactivo para diagnosticar o tratar cáncer, lesiones, infecciones, enfermedades cardíacas u otras anomalías orgánicas.

Se trata de un procedimiento no invasivo, que se basa en un examen médico indoloro en el que se introducen materiales radioactivos denominados radiofármacos o radiosondas en el riego sanguíneo del paciente. Estos elementos tienen la función de marcador, es decir, aquello que detecta el ordenador durante la prueba es la radioactividad de la radiosonda.

Según el tipo de examen, la radiosonda se puede inyectar en una vena, ingerir o inhalar. En el caso de que se inyecte, el paciente sentirá un leve pinchazo cuando se inserte la aguja, pero no experimentará molestias en relación con el material radiactivo inyectado. Si se ingiere el producto, no sentirá ningún tipo de molestia, dado que la sonda es insabora. Cuando se inhale en forma de gas, la sensación será bastante parecida a respirar aire ambiental.

Una vez que la radiosonda pasa al torrente sanguíneo, emite una energía en forma de rayos gamma, que es la que detecta la gammacámara, y los datos se transmiten a un ordenador para ser procesados y convertidos en imágenes.

En este tipo de pruebas, que pueden durar entre 20 y 45 minutos, es imprescindible que el paciente permanezca muy quieto. Si los pacientes son niños se suele pedir a los padres que se queden con ellos para calmarlos mientras se realiza la prueba. También se admite la utilización de ciertos artículos que ayudan al niño a sentirse cómodo, como chupetes, mantas o cuentos. Algunos hospitales incluso disponen de televisores con programación infantil en la propia sala.

La radiactividad de la radiosonda crecerá en las primeras 24 horas, siempre dentro de unos niveles adecuados de inocuidad, y posteriormente se expulsará a través de la orina o las heces. Por este motivo es muy importante beber mucha cantidad de agua tras la prueba.